BERGOGLIO, EL PAPA QUE NECESITABA LA IGLESIA COMO DIQUE
FRENTE A LA IRRUPCIÓN
SOCIAL Y LOS GOBIERNOS PROGRESISTAS EN AMÉRICA LATINA
POR FERNANDO ARELLANO ORTIZ
Así como Karol Wojtyla (Juan Pablo II) fue determinante y
definitivo en su accionar político para dar el puntillazo final al
desmoronamiento de las URSS y los regímenes socialistas de Europa del Este,
Jorge Mario Bergoglio, el nuevo jerarca de la Iglesia Católica ,
será pieza clave en la geopolítica, sobre todo para los intereses de Washington
y la Unión Europea
en su propósito de frenar la irrupción de los movimientos sociales y la
consolidación de los gobiernos progresistas en América Latina. Para ello, precisamente,
fue elegido el Papa Francisco.
En efecto, la Iglesia Católica es una poderosa estructura
política y económica que guía sus mezquinos objetivos y proyectos enmascarada
en asuntos religiosos. Y es que desde hace más de dos mil años ha sabido jugar
con mucho éxito en el tablero del poder y como consecuencia de ello ha logrado
mantener en primer plano su influencia mundial.
En la conquista de América Latina, la Iglesia mediante un
dispositivo ideológico legitimó el genocidio y el saqueo por parte del imperio
español. A través de la
Teología de la
Dominación , que proclamaba la resignación y el poder de los
cielos, la jerarquía eclesiástica cumplió el rol de alienar a los desheredados
nativos de este continente generando una propia y sui generis cosmovisión, la
que explicaba los designios justos del dios de la muerte, como forma legitima
para exculpar el latrocinio y los crímenes de lesa humanidad, componentes
esenciales de la conquista.
En el siglo XX, después de la Segunda Guerra
Mundial, Giovanni Pacelli (Pío XII), también jugó un papel primordial en la
consolidación del capitalismo y de Estados Unidos como potencia mundial.
El periodista argentino Horacio Verbitsky, presidente del
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Buenos Aires, explica en forma
contundente la misión exitosa que cumplieron tanto Pío XII como Juan Pablo II
al frente de la Santa Sede
durante el siglo precedente, y la que tiene por delante Bergoglio: “Si Pacelli
recibió el financiamiento de la
Inteligencia estadounidense para apuntalar a la democracia
cristiana e impedir la victoria comunista en las primeras elecciones de la
posguerra y si Wojtyla fue el ariete que abrió el primer hueco en el muro
europeo, el papa argentino podrá cumplir el mismo rol en escala latinoamericana.
Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso populista que no ha
olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas históricas como la de las
Malvinas, lo habilitan para disputar la orientación de ese proceso, para
apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados”. Ahí
está el quid, el discurso en favor de los pobres de Francisco I, perteneciente
a la oligopólica Compañía de Jesús, considerada por varios analistas como “la
policía secreta en el mundo”, no deja de ser retórico, no obstante sus muestras
de “humildad” y “desprendimiento” de las que ha hecho gala desde que lo
ungieron pontífice.
En efecto, Bergoglio, un jesuita conservador, que en sus
homilías en Buenos Aires era común escucharlo reivindicar mejores condiciones
para los pobres, jamás se detuvo en hablar sobre las causas de la marginalidad
y la exclusión, o de los efectos perversos y criminales de un modelo económico
como el neoliberal. Seguramente no quiso exponerse a adjetivos con los que la
derecha calificaba al obispo brasileño y exponente de la
Teología de la
Liberación , Hélder Cámara, quien en alguna oportunidad
explicó: “cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté
por qué hay gente pobre me llamaron comunista”.
Evidentemente, Bergoglio se ha caracterizado por adversar
las políticas progresistas que en su país viene impulsando la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner y en su dogmática visión no ve con buenos ojos
la consolidación de los cambios socioeconómicos y políticos que están operando
en América Latina.
Bien lo ha señalado el analista argentino Julio C. Gambina
en una de sus últimas columnas periodísticas: (http://bit.ly/ZITJFz):
“Nuestramérica es hoy laboratorio del cambio político. La Iglesia institución quiere
intervenir en este proceso, y no para empujar esos cambios, sino para
frenarlos. La disputa es por las conciencias. Es una batalla de ideas, por el
cambio, o por el retroceso. Les preocupa el efecto Chávez en la región. Les
preocupa la sucesión política en Venezuela y la capacidad de extender el rumbo
socialista. Necesitan disputar el consenso”.
Por ello es que la visión conservadora de los analistas de
la derecha y su esperanza es que con Bergoglio en el Vaticano terminen los
"populismos de América".
Archiconservador, homofóbico y colaborador de la dictadura
argentina
Aunque como es obvio la Santa Sede ha salido a
descalificar las reacciones en contra de la unción de Bergoglio como pontífice
por su controvertido pasado, y las ha tildado como una campaña de desprestigio
de la “izquierda anticlerical”, lo cierto es que sus antecedentes dejan mucho
que desear respecto de sus relaciones con la dictadura argentina de finales de
los 70 y comienzos de la década de los 80, así como sus duros cuestionamientos
contra la homosexualidad.
Este jesuita argentino, sucesor de Benedicto XVI en la Santa Sede , es tan
conservador y defensor de las posturas más retrógradas al interior de la Iglesia Católica
como el pastor alemán, hoy retirado en el complejo vacacional de Castel
Gandolfo.
A Bergoglio se lo conoce en Argentina por su proximidad con
el sanguinario dictador Jorge Videla, quien actualmente paga condena perpetua
por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el régimen de facto (1976-
1983). Igualmente, se le acusa al nuevo pontífice de haber retirado la
protección de su orden religiosa a dos jesuitas detenidos clandestinamente por
la dictadura militar.
En efecto, el cuestionamiento remite al secuestro de dos
jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto por hacer tareas
sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la acusación, Bergoglio les
retiró la protección de su orden religiosa. Ambos párrocos sobrevivieron a un
encierro de cinco meses.
El señalamiento consta en el libro El silencio, cuyo autor
es el periodista Horacio Verbitsky, quien se apoya en manifestaciones de
Orlando Yorio, uno de los jesuitas secuestrados, antes de fallecer por causas
naturales en el año 2000.
Adicionalmente, cinco testimonios de curas y teólogos
confirman el rol del cardenal Bergoglio durante la dictadura militar argentina
en la desaparición de sacerdotes y su apoyo a la represión dictatorial. Los
testigos son un sacerdote y un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una
fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina en 1976 y un
laico que fue secuestrado y torturado junto con dos sacerdotes que no
reaparecieron. Hace dos años el nuevo jerarca de la Iglesia debió responder
ante la justicia argentina por su presunta complicidad con la dictadura
genocida.
“La historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a
todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de la
dictadura, lo muestra muy cercano al poder militar”, señaló tiempo atrás el sociólogo
Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires.
En julio de 2010 se enfrentó al Gobierno de la presidenta
Cristina Fernández cuando impulsó una ley para permitir el matrimonio entre
personas del mismo sexo, puesto que el nuevo papa Francisco I se caracteriza
por sus retrógradas posturas homofóbicas.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acusó en duros
términos a Bergoglio por la campaña contra la ley del matrimonio entre personas
del mismo sexo, que se debatía en el Congreso. Fernández de Kirschner juzgó la
postura de la Iglesia
como propia de «tiempos medievales y de la Inquisición ».
“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha
política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, escribió el entonces
cardenal Bergoglio en una carta días antes de que el proyecto de ley fuera
aprobado por el Congreso. Y pedía que se convocara a los fieles a sumarse a la
causa de la Iglesia :
“Recordémosle lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha
angustia: ‘Esta guerra no es vuestra sino de Dios’. Que ellos nos socorran,
defiendan y acompañen en esta guerra de Dios”.
El llamado de Bergoglio a la “jihad” católica tenía como
fundamento la suposición de que el matrimonio gay atenta contra la familia
tradicional, concepto que hace mucho tiempo está en cuestión en la sociedad
argentina.
Cabe anotar además que a Bergoglio nunca se le escuchó una
condena enfática contra la desaparición de personas y prisioneros por parte de
la dictadura militar ni menos aún por los vuelos de la muerte, práctica
genocida a la que se sindica de haber tenido “la bendición” de algunos jerarcas
católicos.
Por lo anterior es que la respetada Asociación Madres de
Plaza de Mayo, que busca a hijos desaparecidos por parte de la última dictadura
militar argentina, sostuvo que sobre la elección del Jorge Bergoglio, el primer
papa latinoamericano de la
Iglesia Católica , “solo tenemos para decir Amén”.
En un comunicado oficial, la presidenta de la Asociación , Hebe de Bonafini, indicó que "las Madres
hace muchísimos años, casi desde el mismo momento en que comenzamos nuestra
lucha, tuvimos relación solamente con los sacerdotes del tercer mundo”.
Bonafini indicó que “nosotras hicimos una lista de 150
sacerdotes asesinados por la dictadura, que la iglesia oficial calló y nunca
reclamó por ellos”. También dijo que “la iglesia oficial es opresora pero la
del Tercer Mundo es liberadora”.
Testimonio sobre la relación de Bergoglio con la dictadura
militar
En el siguiente video, el periodista Horacio Verbitsky,
autor de Historia política de la Iglesia Católica que reúne seis tomos, explica
detalladamente la relación directa del entonces cardenal Bergoglio con la
dictadura: